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TOST PLANET, Mariano

REFERENCIAS PERSONALES

Miembro de una familia numerosa, como las que abundaban en la España de la primera mitad del siglo veinte, en particular en los ámbitos militares, Mariano era el quinto de los hermanos mayores, tercero de los varones, porque luego vinieron además cuatro hermanos más, "los peques" como se decía, que se añadieron. Es decir que Carmen y Jaime, los padres, tuvieron un total de nueve hijos vivos.

Mariano nació el 5 de diciembre de 1920 en Nador, donde el padre estaba destinado, en lo que entonces era el protectorado español (y lo fue hasta 1956). Por ello en los documentos oficiales no se acierta siempre a poner la provincia de origen y se indica solo Marruecos, en el mejor de los casos. En algunas de las páginas web se le declara melillense, en otras ceutí o simplemente andaluz, cuando tal vez sería más correcto decir catalán o madrileño (por itinerancia), y origen de los padres. En realidad, la familia estuvo en Nador poco tiempo más, ya que regresó a la península como muchas familias de militares, en estampida antes del Desastre de Annual. Hay un padrón del Ayuntamiento de Madrid de 1920 (donde figura la familia, sin el padre, en el domicilio del tío, con presencia de la abuela materna, Mercedes).

Después de Madrid, y una estancia breve, la familia recaló un tiempo en Barcelona, en Poblenou, en el domicilio de la hermana del padre (la tía Pepa). El padre, que era de Reus y había conocido a su mujer en Figueres, en el castell de Sant Ferran, fue ascendido y, poco tiempo después, destinado a Larache, en la parte occidental del Protectorado, adónde se desplazó toda la familia.

Estuvieron un trienio más en Marruecos, hasta 1927, año en que, por motivos particulares, el padre hubo de desplazarse a Galicia, al Ferrol. Mariano tenía entonces siete años. Allí estuvieron hasta 1931 cuándo, con ocasión de la promulgación de la Ley de Azaña, el padre se retiró y la familia se trasladó de nuevo a Madrid.

Una vida nueva empezó en la capital para toda la familia, en particular para los hermanos mayores, porque fue la ocasión de implicarse en actividades sociales, profesionales y hasta sindicales. Hay que recordar que pronto fue el momento de la revolución de octubre de 1934 y el Bienio negro. Cada cual en la familia se implicó a su manera, pero siempre en tareas solidarias.

En esos años agitados, Mariano, que era un adolescente alegre, simpático, muy activo y socialmente comprometido con los jóvenes del barrio, decidió --tenía entonces trece o catorce años-- que él no quería estudiar, que no estaba hecho para eso, quería disfrutar, tener una vida activa, quería ser libre. En casa, fue un drama, hubo todo tipo de discusiones e infinidad de conflictos. Su padre se enfadó muchísimo, pero viendo que no había manera de convencer al hijo rebelde, él a quien en el regimiento habían acusado de ser el catalán díscolo, dictaminó: pues bien, si no quieres estudiar tendrás que ponerte a trabajar inmediatamente. Así fue como Mariano empezó a buscar un empleo. Por lo visto, su hermano Eduardo, estudiante de medicina, tenía contactos en el barrio y le buscó un trabajo cerca de casa, en una farmacia de la ronda de Atocha. En adelante, sería mancebo.

La circunstancia tiene su interés ya que iba a producirse un acontecimiento que debió marcar psicológica y profundamente a Mariano. Estamos en los primeros días de la sublevación de los generales felones, y en los barrios de Madrid había desfiles, manifestaciones. Por la ronda de Atocha, desfilan ese día una banda militar y los vecinos se precipitan para ver pasar la manifestación. Salvador, el hermano pequeño de Mariano (seis años), también quiere asistir. Él que no sale nunca de casa sin estar acompañado, aprovecha un descuido de los mayores y, corriendo, baja a la calle, hasta la ronda de Atocha. Quiere cruzar, porque del otro lado, donde está el colegio de los salesianos, se ve mejor el desfile y la banda de música militar... En eso, un coche llevado por un conductor inexperto, pasa a toda velocidad, intenta evitar el niño, pero no consigue parar y se lleva por delante al hermanito de Mariano. Se produce un tumulto. En los comercios de la ronda la gente quiere linchar al conductor. De la farmacia sale en empleado que se dispone a atender al herido, sin saber que es su propio hermano. Salen disparados al hospital en el mismo coche del atropello. Pero es demasiado tarde, Salvador muere en los brazos de Mariano, su hermano.

Mas no se acabaron ahí las tragedias. Mercedes, hermana de dos años mayor que Mariano, se había apuntado a las milicias de la JSU y salido para Sigüenza porque los fascistas atacaban en ese momento en la carretera de Aragón. Dos escasos meses han pasado desde la muerte de Salvador y, en una operación de defensa, Mercedes cae mortalmente herida. La prensa del momento relatará el acto heroico de Mercedes quien --se dice-- "sacrificándose ella, salvó la vida de sus compañeros" de grupo.

Sigue pues la racha. El padre, militar retirado, ha vuelto a alistarse en defensa de la República y, nombrado comandante de las milicias, ha estado en la toma del Cuartel de la Montaña, ha combatido en Buitrago, luego en la ciudad universitaria... Es allí donde el 7 de noviembre de 1936 cae, mortalmente herido, sin que sus hijos pudieran recuperar el cuerpo, pasando por desaparecido. Se puede imaginar la tragedia de la madre, con la pérdida de tres seres queridos en muy poco tiempo, pero también el impacto que los citados acontecimientos tuvieron en los ánimos de los hijos y, en particular, de Mariano. También él quiso alistarse en el ejército, pero, como sólo tenía dieciséis años, no le aceptaron la solicitud, tan solo le permitieron desarrollar tareas auxiliares en sanidad, hasta que se produjo la llamada "leva del biberón" en cuya quinta pudo incorporarse.

En 1938, logró por fin participar directamente en operaciones militares, durante la batalla del Ebro. Es en ese momento cuando fue gravemente herido: una descarga de metralla le impactó en la mandíbula inferior y lo dejó en gran medida inválido, ya que desde ese momento sólo se podía alimentar con líquidos y substancias blandas. Hospitalizado en Girona y Figueras, permanecerá ingresado hasta el momento de la retirada y del paso de la frontera. En el hospital de Girona pudo recibir, no obstante, la vista de Carmen, su madre, y la de su hermana Pepita.

Tras el paso de la frontera, en febrero de 1939, le enviaron, por razones de salud, no a los campos de las playas del Mediterráneo (tales Argelès o Saint-Cyprien), sino a Angoulême, al campo de Arcoy-Ruelle, pabellón C. En Argelès está detenido su hermano Eduardo, mientras que su madre, su hermana Pepita y los tres "peques" han sido enviados al campo de Verdun (de Rennes, en la Bretaña), donde permanecerán nueve meses antes de ser enviados, a su vez, a Saint-Cyprien y Argelès.

En Angoulême coincide con Elisa, que al parecer había sido enfermera del hospital de las brigadas de internacionales donde ejercía de médico su hermano Eduardo. Establecieron, Eli y Mariano, relaciones más o menos estables poco tiempo después y, juntos, iniciaron un periodo, según las pocas noticias que pudieron proporcionar a la familia, de mucha felicidad, como matrimonio de hecho, tal y como lo dirá Elisa en una postal. Así llegaron al 20 de agosto de 1940, hasta al aciago viaje de los que vinieron a llamarse los 927, con destino Mariano a Mauthausen y Elisa a Irún, de vuelta desde "Austria en la frontera de Hungría", donde los separaron definitivamente.

Lo que pasó luego está informado en estas páginas: Mauthausen, Gusen y, por último, el siniestro castillo de Hartheim.

Firmado: el hermano pequeño, al que Mariano llamaba "Manolín" en su última carta desde Angoulême.